Ninguna ovación para Yellen

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Aunque algunos economistas de influencia austriaca como Peter Boettke están prediciendo “Con la keynesiana Yellen en la cumbre, esperad más de lo mismo”, hay buenas razones para creer que la política monetaria, desde una perspectiva de dinero fuerte, podría ser considerablemente peor que la versión de la “política mondustrial” de Bernanke. Las perspectivas para una relajación del balance hinchado de la Fed con todavía más daño para la economía y un retorno a una política monetaria basada en reglas más razonables, pero no óptimas, han disminuido significativamente bajo una Fed liderada por Yellen.

¿Por qué? El reciente nombramiento de Janet Yellen con su fuerte compromiso con el doble mandato de la Fed para encabezar el Sistema de la Reserva Federal ha revitalizado el argumento keynesiano de más inflación como remedio para el desempleo que promovía Paul Krugman en 2012.[1] Estos economistas, como Alan Blinder, de Princeton, a quien Dale Steinreich ha calificado como “una especie de Paul Krugman de finales de la década de 1980”, ven la continua recuperación lenta y ven, no una política que ha sido completamente ineficaz y dañina, sino una política que ha sido menos eficaz de lo pretendido debido al mal comportamiento de los banqueros. Los banqueros, que, tras la crisis, “decidieron almacenar billones de dólares a salvo en la Fed en lugar de prestarlos”, según Blinder, “ya que la avaricia da paso al miedo”. “El dinero de alto potencial”, concluía Blinder, “se convirtió en dinero impotente”. Bancos que antes de 2008 no tenían prácticamente reservas extraordinarias, “Hoy (…) tienen unos desorbitados 2,5 billones de dólares en reservas extraordinarias, sobre los que la Fed les paga un tipo de interés de 25 puntos básicos, para un total anual de unos 6.250 millones de dólares”.[2]

El problema desde la perspectiva de Blinder es que, a pesar de los heroicos esfuerzos de la Fed dirigida por Bernanke, hay poca expansión monetaria real y no hay inflación bastante como para estimular eficazmente una economía que se arrastra. La solución de Blinder es similar a una recomendación para superar el fetiche de la liquidez destacado por Keynes en la Teoría general al estilo de Silvio Gesell: un tipo negativo de interés. No un tipo negativo en todos los balances de caja, eso sí, solo en reservas extraordinarias. Problema resuelto. Se vuelve a la expansión del dinero y el crédito aunque se permita disminuir el balance de la Fed. Todos viven felices después de que la economía entra en el gozo keynesiano del auge perpetuo. No es más que un pequeño inconveniente:

En este caso improbable, recortar los intereses de las reservas extraordinarias ni producirá un estímulo ni permitirá a la Fed rebajar su balance. Sin embargo, la Fed empezarían embolsándose unos 6.250 millones de dólares al año en tarifas de los bancos en lugar de pagarles unos 6.250 millones de dólares en interés: un cambio de unos 12.500 millones de dólares a favor de los contribuyentes. Un inconveniente.

Sin embargo incluso no austriacos han visto un doble riesgo en las políticas discrecionales abiertamente activas de la Fed. El primero es el riesgo a corto y medio plazo de que la incertidumbre política cause crecimiento lento y bajo empleo. Existen fuertes evidencias empíricas que apoyan esta afirmación. Sin embargo los austriacos van más allá. La incertidumbre política es solo una parte de la incertidumbre de régimen que paraliza la economía (ver aquí y aquí). La segunda, el riesgo a largo plazo, de que los bancos, como quiere Blinder, empiecen a convertir la reservas extraordinarias en préstamos y se expande la oferta monetaria, es el riesgo de una mayor inflación. Los austriacos añadirían el riesgo de nuevas burbujas, empleo mal dirigido, incapacidad de deshacer malas inversiones previas, nuevas malas inversiones consumidoras de capital y exceso de consumo y un retorno del ciclo de auge-declive.[3] A los austriacos se ha unido Kevin Warsh, exgobernador de la Reserva Federal, profesor en la Escuela de Negocios de Stanford y miembro visitante distinguido en la Institución Hoover, en su evaluación del riesgo de un enfoque continuo en la política monetaria para reducir el desempleo. En un reciente editorial en el Wall Street Journal (“Finding Out Where Janet Yellen Stands”) Warsh se convierte en uno de los pocos, si no el primer, crítico no austriaco de la política de la Fed en usar el término “malas inversiones” en una publicación de mesas cuando argumenta:

El riesgo más pronunciado de la QE no es un estallido de hiperinflación. Más bien los largos periodos de dinero gratis y crédito subvencionados se asocian con importante malas asignaciones y malas inversiones de capital, lo que no augura nada bueno para el crecimiento o la estabilidad financiera a largo plazo. (Cursivas añadidas)

Así, con el nombramiento de Yellen el Wall Street Journal señala correctamente que “los keynesianos de Tobin están de nuevo al mando en la Reserva federal” y con ella viene un compromiso de base keynesiana con el repunte del desempleo del mandato dual de la Fed. La revolución del tipo natural, que redujo la influencia keynesiana en la política y contribuyó a cambios en los bancos centrales donde la política se enfocó más en objetivos moderados de inflación y que usaba, implícita o explícitamente, una aproximación basada en reglas a la política, se verá aún más socavada. A pesar del optimismo de Taylor, un retorno a esta aproximación, que superficialmente parecía ayudar a sacar a la economía mundial de la estanflación de la década de 1970 y contribuyó a la Gran Moderación, como ha demostrado la propuesta de Blinder, se ha despegado aún más, no porque la aproximación no haya sido una mejora respecto de la política monetaria discrecional keynesiana que destacaba el mandato dual, sino porque los reformistas no entendieron que la creación del crédito en una economía en crecimiento sigue dirigiendo incorrectamente la producción y generando así ciclos de auge y declive.[4]

Los economistas de influencia austriaca han culpado coherentemente a los bancos centrales (aquí o aquí) por desestabilizar sistemáticamente los mercados financieros y la economía. Como resume Richard Ebeling, el “historial de 100 años de la Reserva Federal ha sido una montaña rusa de inflaciones y recesiones, incluyendo el desastre de la Gran Depresión de la década de 1930, la ‘excesiva exuberancia” de finales de la década de 1990 que acabó en la burbuja punto com que estalló al principio de la década de 2000 y el reciente ciclo de auge y declive de la última década del que la economía de EEUU sigue recuperándose lentamente”. Así que para Ebeling, es el momento de acabar con un siglo de mala gestión del banco central en Estados Unidos. Una mayor estabilidad económica y una vuelta a un crecimiento sostenible requieren una moneda fuerte (aquí y aquí), que en definitiva solo es posible acabando con la banca central. Es hora, no de restaurar una política basada en reglas, sino de desnacionalizar el dinero.


[1] Ver “Janet Joy”, “Economists See Nominee as Slightly More Dovish Bernanke”, “Why I’m Very Happy About Janet Yellen”, “The Yellen Bulls”.

[2] “The Fed Plan to Revive High-Powered Money”.

[3] Ver Salerno, “A Reformulation of Austrian Business Cycle Theory in Light of the Financial Crisis” y Ravier “Rethinking Capital-Based Macroeconomics”.

[4] “Hayek and the 21st Century Boom-Bust and Recession-Recovery”.


Publicado el 19 de diciembre de 2013. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.