Este es un extracto del ensayo de Murray Rothbard titulado La derecha religiosa: hacia una coalición y publicado en 1993.
El tema del aborto es uno más difícil. Ya que la gente antiaborto sostiene que el aborto es el asesinato de un ser humano, el derribar las puertas de los dormitorios para detener el asesinato no sería entonces una posición antilibertaria. Y además, obviamente estaría en una categoría muy diferente a la de la aplicación policial de leyes contra la actividad sexual.
Pero incluso aquí hay un espacio considerable para la coalición entre los libertarios proelección y la derecha religiosa provida. En primer lugar, como he escrito sobre el candidato republicano libertario al Congreso Henry Butler, su posición proelección no le salvó de la calumnia de la multitud proaborto, ya que se opuso a la financiación del aborto por parte de los contribuyentes, no sólo porque estamos en contra de toda financiación de la atención médica por parte de los contribuyentes, sino también porque es particularmente monstruoso forzar a aquellos que detestan el aborto como asesinato a pagar por tales asesinatos. Además, los proelección pueden unirse a los provida para defender la libertad de elección de los contribuyentes, y de los ginecólogos, que se encuentran bajo una presión cada vez mayor por parte de los proabortistas para perpetrar abortos, o lo contrario.
Pero incluso aparte de la cuestión de la financiación, hay otros argumentos para un acercamiento con los provida. Hay una consideración prudencial: una prohibición de algo como asesinato no va a ser ejecutable si solo una minoría lo considera un asesinato. Una prohibición nacional simplemente no va a funcionar, además de ser políticamente imposible de conseguir en primer lugar. Los paleolibertarios proelección pueden decir a los provida: «Mira, una prohibición nacional es imposible. Deja de intentar aprobar una enmienda sobre la vida humana en la Constitución. En lugar de eso, por esta y muchas otras razones, debemos descentralizar radicalmente las decisiones políticas y judiciales en este país; debemos poner fin al despotismo de la Corte Suprema y la judicatura federal, y devolver las decisiones políticas a los niveles estadual y local».
Por lo tanto, los paleos proelección deben esperar que Roe v. Wade sea derrocado algún día, y que las cuestiones sobre el aborto regresen a los niveles estadual y local; cuanto más descentralizado, mejor. Dejar que Oklahoma y Missouri restrinjan o prohíban el aborto, mientras que California y Nueva York conserven el derecho al aborto. Con suerte, algún día tendremos localidades dentro de cada estado tomando tales decisiones. El conflicto será entonces en gran parte desactivado. Los que quieran tener o practicar abortos pueden trasladarse o viajar a California (o al condado de Marin) o a Nueva York (o al lado oeste de Manhattan). La réplica estándar de los proabortistas de que las «mujeres pobres» que no tienen el dinero para viajar se verían privadas de abortos evidentemente regresa a un argumento general igualitario y redistribucionista. ¿Acaso los pobres no están ahora «privados» de viajes de vacaciones? Nuevamente, se demuestra la agenda oculta de los proabortistas a favor de la medicina socializada y el colectivismo en general.
Un compromiso con la descentralización radical significa que los proelección deben renunciar a la Ley de Libertad de Elección, que impondría el derecho al aborto por parte del gobierno federal a todo el país. Significa que los libertarios deben dejar de poner todos sus huevos judiciales en la canasta de la esperanza de conseguir buenos muchachos, como Richard Epstein o Alex Kozinski, en la Corte Suprema. Mucho más importante es deshacerse de la tiranía judicial federal por completo, y descentralizar radicalmente nuestro gobierno: para volver a la olvidada Décima Enmienda.
Un desafortunado acto del presidente electo Clinton fue revertir la política de Bush de no financiar a los médicos que aconsejan abortos. Los izquierdistas distorsionaron inteligentemente esta acción como una «invasión de la libertad de expresión de los médicos». Pero no se trataba de «libertad de expresión». Las personas deben ser libres de hablar, pero esto no significa que deban ser protegidas de las consecuencias de dicho discurso. Ninguna persona, y por tanto ningún médico, tiene un «derecho» a recibir financiación de los contribuyentes. Todo el mundo puede tener el derecho a decir lo que quiera, pero no a decir lo que quiera y seguir siendo financiado por los contribuyentes. Y así como los contribuyentes no deben ser forzados a financiar abortos, tampoco deben ser forzados a financiar a las personas que aconsejan abortos.
Traducción original revisada y corregida por Oscar Eduardo Grau Rotela. El material original se encuentra aquí.
Nota editorial:
Se recomienda enfáticamente la lectura del siguiente artículo, “Mitos y verdades del Rothbard paleolibertario” (2000), para entender mejor y correctamente el fenómeno paleolibertario, en este caso lo que concierne a la figura de Murray Rothbard. Igualmente, en el afán aclarativo y para también comprender el lugar que ocupó realmente el paleolibertarismo en el activismo libertario (como parte de una estrategia llevada a cabo en la alianza libertaria-paleoconservadora de los 90 para reivindicar el mismo libertarismo de antaño y bien entendido inspirado en la vieja derecha y acercarlo al ciudadano común, así como para generar una revuelta dentro de la derecha en contra del amplio movimiento conservador predominante de inspiración bucklista que incluía a los neoconservadores), se recomienda las lecturas indicadas más abajo. Por cierto, el mismo Rothbard fue abandonando esta intención activista poco antes de su muerte. El paleolibertarismo fue un movimiento, una estrategia, un enfoque y una corriente de activismo libertario que finalmente llegaría a su fin para ser evaluada posteriormente por sus otros protagonistas libertarios más importantes, entre ellos, Hans-Hermann Hoppe y Llewellyn Rockwell. Con las lecturas recomendadas en esta nota editorial, un entendimiento correcto del asunto puede ser finalmente adquirido:
Mi experiencia con el conservadurismo: lo bueno y lo malo (Hans-Hermann Hoppe, 2010)
¿Te consideras un libertario? (Llewellyn Rockwell, 2008)
Lo que aprendí con el paleoísmo (Llewellyn Rockwell, 2002)
El libertarismo y la vieja derecha (Llewellyn Rockwell, 1999)